Érase una vez un libro
escrito por Santiago Díaz, escritor y guionista de cine y televisión nacido en
Madrid. Un libro que forma parte de una serie (Indira Ramos), ya que no en vano
este es el segundo de la misma, precedido por El buen padre, aunque ya va por la tercera entrega, Indira, aunque no quiero olvidarme de
su debut literario, Talión, que narra las “aventuras” de una periodista que,
ante una situación extrema, decide tomarse la justicia por su mano aplicando la
mencionada ley y, para mí, el mejor de todos los escritos hasta el momento.
Érase una vez un libro de
esos en los que los prejuicios como lector te dan una buena lección, por no
decir paliza, ya que la historia parte de un hecho real capaz no solo de
remover conciencias, sino que te llevan a pensar cuánto hay de oportunismo al
tratar el crimen más mediático y con peores resultados que ha sufrido la
sociedad española, por no hablar de lo que los familiares de las víctimas
puedan pensar al respecto, ya que el asesino sigue campando a sus anchas tres
décadas después de la tragedia. Sin
embargo, te encuentras con otra realidad, la de ese criminal que se pasea por
las páginas de este libro en la actualidad y la de los servidores de la
justicia y los equilibrios que han de hacer para que pague por sus actos de una
vez por todas.
Érase una vez un libro
escrito con un ritmo trepidante, de los que te dejan huella y sin aliento en
cada página, en cada giro, en cada nueva situación que se produce, a cual más
torticera. Un libro que parte de un planteamiento tan sencillo como aberrante:
buscar los vericuetos ideales para que el criminal más infame de nuestra
historia reciente pueda ir a la cárcel por unos asesinatos que ya han prescrito
por haberse cometido treinta años antes.
Érase una vez un libro que
tiene como protagonista a una carismática inspectora de policía, Indira, pero
que solo es capaz de serlo con la anuencia de todo su equipo , que torea al alimón sujetando ese ingrato capote que les
ha tocado en suerte. De ese modo nos encontramos con los subinspectores Iván
Moreno y María Ortega y los agentes Óscar Jimeno y Lucía Navarro, tres años
después de los sucesos que acaecieron en El buen padre, en los que todos, cada
uno a su manera, han cambiado mucho, aunque la esencia siga siendo la misma.
Una esencia basada en la lealtad y la cooperación.
Érase una vez un libro que
tiene una historia apasionante, salvados esos prejuicios de los que os hablaba
anteriormente. En ella nos encontraremos con Antonio Anglés, en la actualidad, cuando
sus huellas dactilares aparecen en una gasolinera donde se ha cometido un
asesinato. La policía no da crédito a semejante hallazgo, pero la realidad se
impone. De cualquier modo, sus crímenes han prescrito y es imposible enchironarle
por ellos, así que a la inspectora Ramos se le ocurre la idea de que un
depredador de la calaña de Anglés ha tenido que seguir matando, porque está en
su condición, forma parte de su ADN. Por eso, se empeña investigar sus
movimientos hasta encontrar un recoveco que se convierta en pista fiable. De
esa manera asistiremos a una reconstrucción de lo ha sido su vida desde el
momento en que se le perdió la pista cuando pudo escapar de la justicia y nunca
más volvimos a saber de él. Una reconstrucción ficticia, obviamente, pero
totalmente verosímil.
Érase una vez un libro en el
que, además, nos encontraremos con una segunda historia, por lo que el equipo
policial se tiene que desplegar para dilucidar el asesinato de un arquitecto
que ha aparecido con un tiro en la boca. Sabremos, desde el primer momento, a
quien corresponde la autoría del mismo y, sin embargo, no por ello dejará de
resultarnos inquietante.
Érase una vez un libro que
nos habla de la condición humana ligada al mal y de otros muchos aspectos que,
seguramente, te podrán fascinar tanto a más que a mí, te lo aseguro.
Si quieres leer la sinopsis, puedes encontrarla en este
enlace.